Para los que
soñamos (aunque sea vagamente) con convertirnos en cineastas
(o por lo menos narradores) hay películas tan absolutamente magistrales
que al abandonar la sala se abandonan al tiempo las esperanzas de conseguir
genialidades parecidas. En esas ocasiones el cine parece cuestión
de alquimistas, de saberes inalcanzables. Otras películas nos
divierten, nos seducen, al tiempo que no dejan de mostrarse como un
juego apasionante con buena parte de sus mecanismos al descubierto,
como uno de esos relojes que se llevan ahora con la carcasa transparente,
enseñando descaradamente las tripas.
La película de Neil LaBute se nota construida a partir de las
premisas de juego, más que de cualquier otra motivación
(¿la búsqueda de la verdad? ), un juego con el espectador,
por supuesto, del que los aprendices a narrador podemos extraer valiosas
enseñanzas.
Al concluir el film, manejado a placer por el autor, enfadado por el
final, lo primero que dije fue “es un manipulador”. Lo sentía
así, pero no era capaz de explicarme.
Neil LaBute es sin duda un narrador hábil que construye su farsa
sobre una base aparentemente sencilla, frustrar los deseos del espectador.
Yo como espectador con gusto por el destripe y análisis, no puedo
sino maravillarme de lo bien que funciona el film.
Comencemos por los personajes. Tomados aisladamente no dejan de ser
perfectos estereotipos sin apenas detalles personales que inviten a
pensar en una vida propia fuera de la película. Tenemos al cabrón
sin escrúpulos que se sale con la suya; al trabajador esforzado
de origen humilde, leal, manipulable (con gafas, el tipo preferido en
las actuaciones de magos para colaborador del público); y por
fin a la chica sorda, frágil, inocente, guapa, confiada. Nada
más. Ninguno se sale de su papel durante las semanas de la historia,
el cabrón se reirá y progresará y los débiles
sufrirán. Los decorados, los vestuarios son perfectamente impersonales,
unas oficinas en obras, una multitud de camisas blancas y corbatas.
No hace falta más, porque juntos, despojados como están
de detalles, funcionan a la perfección.
La narración. Al tratarse de tres personajes que interaccionan
por separado, la narración había de ser a la fuerza fragmentaria.
Se estructura en escenas con una alta carga de humor, fundamentado básicamente
en insultar a la sorda, unos le llamaran negro, otros dirán ofensivo,
separadas cada cierto tiempo por cortinillas negras y música
de percusión contundente, donde se refleja el avance de las semanas.
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